Muchas veces no nos damos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, y es que a medida que uno se va haciendo mayor, las responsabilidades van aumentando, el echo de buscar trabajo, encontrar pareja, ganar dinero y comprarnos nuestros caprichos y ganar dinero cuando ya no es para caprichos sino para obligaciones...
Y así pasan nuestros días, con nuestra obligación de ir a trabajar, cumplir con nuestras tareas, cuidar de nuestra casa, etc.
¿Y si nos paramos a pensar un momento y recordamos cómo era nuestra juventud?... Cuantos recuerdos encontramos en el baúl... y seguro que hasta sonreímos si recordamos alguna gamberrada que hicimos, o de lo que éramos capaces de hacer, el daño que podríamos haber causado cuando para nosotros tan solo era un juego divertido y hoy son otros quienes ocupan nuestro lugar.
Y recordamos cuál fue nuestro lugar de juegos, el sitio donde crecimos y cómo ha cambiado todo, pero sabemos que esa infancia nadie nos la robará porque tan solo es nuestra, y aunque la vida nos haga madurar, ese niño que un día jugaba al escondite, o al pilla pilla, sigue en nuestro interior.
¿Y qué ocurre cuando esa infancia se va convirtiendo en pubertad? Allí es donde nuestro organismo se acelera, las hormonas van flechadas y nos vuelve unos locos inseguros que nos lleva hacer locuras que nunca antes habíamos imaginado tan siquiera con nuestra inocencia.
Nuestra mente nos empieza a jugar malas pasadas, empezamos a conocer a chicos, creamos grupos, cada cual se flecha por su amor platónico y de ahí deja volar su imaginación, pensando en cómo sería pasar el resto de su vida a su lado, en el momento de su primer beso con aquel chico, en ir cogidos de la mano y descubrir nuevas fronteras. Pero sabemos que nada está en nuestras manos porque estamos controlados por la hora de llegada a casa, la hora de hacer los deberes, limpiar nuestra habitación, y el fin de semana comida familiar, lo cual nos deja tiempo límite para disfrutar de esos pequeños encuentros con aquél chico que tanto hemos fantaseado.
¿Cuántas veces habremos pensado en cómo sería aquel primer beso? Si no tenemos ni idea de cómo es, ni qué se siente, si sabremos hacerlo bien, si se reirá de nosotros y nos deje en cuanto lo hayamos probado... Qué estrés mental nos crearon todas aquellas preguntas por el echo de dar nuestro primer beso, ojalá fueran hoy esos nuestros mayores problemas.
Y de repente llega el encuentro, el cual siempre habíamos deseado, nos ponemos nerviosas, imaginamos cómo será ese encuentro tan esperado, y cuando ocurre... de repente aquello que tanto habíamos soñado con aquel chico que tan locas nos tenía, se vuelve en un cúmulo de sensaciones que nunca antes habíamos experimentado, y nos dejamos llevar por el roce de sus suaves labios, y vamos notando cómo su lengua acaricia tus labios, dulcemente, y a la vez con sus manos va acariciando nuestra cara, y nuestro cuello. Aquel momento resulta ser el más increíble de nuestra vida, y al acostarnos en nuestra cama tan solo pensamos en aquél increíble encuentro.
A partir de ese momento, los encuentros cada vez son más íntimos, lo que ayer era tan solo un beso, hoy buscamos rincones donde nadie nos pueda ver y escondernos con nuestro chico para poder besarnos sin parar, sin que nadie pueda vernos, y no hayan distracciones, y de repente empezamos a notar como nuestro cuerpo va aumentando su temperatura, aquellas manos que tan solo acariciaban nuestra cara, hoy buscan nuevos rincones que acariciar y el juego va aumentando su nivel.
De repente un día nos encontramos en su cama, besándonos con esa pasión en la que deseamos que el tiempo se pare justo en ese momento, las caricias empiezan su nuevo recorrido, acariciando nuestro cuerpo, y de ahí pasando por el interior de nuestra camiseta y notando como sus suaves manos nos van acariciando, de la cintura van ascendiendo hasta nuestro pecho, y de repente... damos un pequeño sobresalto por la sorpresa de que aquella zona todavía no había sido explorada, pero sabemos que nada más nos importa en aquel momento, así que a pesar de aquel sobresalto nos dejamos llevar, y así como vamos jugando, nuestro cuerpo empieza arder, el cosquilleo del estómago vuelve a retomar vida. Ninguno de los dos somos unos expertos en el sexo ni en el amor, pero como instinto, y sin que nadie nos haya dado una lección de cómo se debe jugar a este juego, dejamos que nos vaya quitando la ropa, empezando desde arriba, hasta abajo, sentimos cómo esa sensación invade nuestro cuerpo y tan solo deseamos acariciar su piel y que nos apriete bien contra su cuerpo para sentir ese calor propio, y a la vez su olor corporal que nos invade y nos enloquece.
Entre besos y caricias, dejamos que fluya la imaginación de chico, ya que la falta de experiencia no nos deja llevar las riendas, por miedo, o por vergüenza... y de repente nos vemos tumbadas con el chico entre nuestras piernas, besándonos sin parar, notamos como una mano va bajando hasta el interior de nuestros muslos, y sentimos como se funde en nuestro interior...
Esa sensación nos resulta quizás dolorosa, pero a la vez placentera, un tanto extraña, pero sabemos que no queremos parar, y nos volvemos a dejar llevar...
Cuántas miles y miles de historias de esas primeras veces podrán existir, y cada una a su manera, unas buenas otras no tan buenas, pero siempre existirán, y sabemos que a muchos nos gustaría nos volver a ese pasado pero con la experiencia ahora adquirida, pero no sería lo mismo, aunque ahora muchos ya sabemos tomar las riendas cuando la ocasión lo permite... siempre existen otras primeras veces, dejemos fluir nuestra imaginación y hagamos de cada día una nueva historia.
Una loca depravada