martes, 19 de mayo de 2015

Sin aliento


El mar.. ¿por qué cada vez que me pongo a observarlo, apareces en mis pensamientos? Como una especie de sueño dulce, del que no me apetece despertar...

Me hace recordar tu sonrisa, tus caricias, y entonces cierro los ojos  y recuerdo cada palabra que me decías cuando estabas a mi lado. Recuerdo el tacto de cada centímetro de tu piel, de las emociones que sentía cuando me abrazabas, y recuerdo que sólo en tus brazos me sentía feliz, que no necesitaba nada más...

¿Por qué? ¿Por qué tú?
Quizás por todos aquellos momentos en los que me hiciste perder la cabeza, pero que en realidad me volvían loca. Y no quería despertar de esa realidad, porque sabía que si lo hacía nada de aquello sería real.

Como aquella vez que te pedí que cometieras una locura por mi, que hicieras algo que jamás hubieras echo antes, que al mirar al mar siempre lo recordaras...

Y entonces me vendaste los ojos, me subiste a tu coche y empezaste a conducir. No se cuanto tiempo estuvimos, pero para mi fue una eternidad... no decías palabra, aquel silencio era incómodo pero a la vez inquietante, no podía observarte, no podía ver la expresión en tu cara, quería leer por un instante qué rondaba por tu cabeza, y qué es lo que iba a suceder....

Hasta que de repente, paraste el motor, te bajaste del coche, yo no me podía mover así que esperé a que me ayudaras. Me bajaste del coche y sin quitarme la venda, me llevaste a un lugar donde escuchaba el mar, notaba su brisa, pero no hacía frío, y notaba como el sol brillaba en toda su plenitud. 

Quería hablar, quería saber, pero en cada intento lo único que conseguía era que me hicieras callar, me decías que no me impacientara, y yo cada vez me ponía más nerviosa, notaba cómo mis pulsaciones aumentaban su fuerza.

Al instante noté como tus manos empezaron acariciar mi cara, suavemente empezaron a bajar, y sin más remordimiento, empezaste a quitarme la ropa, de tal manera que tan solo quede en ropa interior.

Y sin más, me quitaste la venda de los ojos, dejándome contemplar aquel lugar que me pareció increíble, desconocido para mí, pero precioso. No tenía palabras para describirlo... Aquello era lo más parecido al paraíso de lo que nunca antes había visto.


Notaba como mis pulsaciones brotaban, pensaba que de un momento a otro se me iba a salir el corazón.

Te acercaste a mi, y mirándome a los ojos me dijiste: déjate llevar... y yo con una sonrisa tímida acepté.

Me diste un beso en los labios, aquello ya me hizo tambalearme y me llevaste a un rincón donde pude observar una moto de agua. Me invitaste a subir después de ti y me agarré fuerte a tu cintura, aquello era totalmente para mí. Arrancaste con fuerza y nos dirigimos a una isla muy pequeña que se encontraba en las afueras, pero preciosa. Tan solo podía ver el mar turquesa, su fondo cristalino, que tan solo te daban ganas de lanzarte y no salir de allí. Y llegamos a una playa donde la arena era increíblemente virgen, donde parecía que nadie nunca había sido descubierta.

Entonces te diste la vuelta, quedando cara a cara frene a mi, con cara de felicidad, me cogiste la cara con tus manos y empezaste a besarme desesperadamente, como si el mundo se acabara.
Notaba cómo mi cuerpo temblaba antes tus caricias, consiguiendo que mi cuerpo subiera su temperatura. Me dijiste que me relajara, que aquello no lo iba a olvidar jamás, y con tus manos terminaste de dejar mi cuerpo completamente al desnudo. Me tumbaste sobre tu moto y te incorporaste sobre mi. 

Tus labios mordían los míos con ardor, y poco a poco saborearon cada rincón de mi cuerpo, pero yo no quería quedarme sin saborear el tuyo, así que nos devoramos mutuamente, hasta que sin más pensamiento entraste dentro de mi y  mi respiración cesó al instante, aquella sensación era... ¿cómo describirla? increíble, insaciable,  y poco a poco marcaste tu ritmo, llenándome de placer. Abrí los ojos y vi como e observabas fijamente, viendo cómo me volvía loca con tus impulsos, y tú seguías más y más. No podía pensar en nada, tan solo podía dejarme llevar y disfrutar de aquel momento.

Cuando nuestros cuerpos ya no podían más, cayeron saciados de placer, y nos abrazamos durante un largo momento. Me encantaba mirarte a los ojos, y observar su expresión, ver cómo brillaban, y pidiendo que no se acabara nunca.


El sol nos observaba calurosamente y nos acompañó a una preciosa puesta, nos quedamos por un largo tiempo abrazados, cuerpo con cuerpo, observando aquel precioso momento, donde sabíamos que aquella fantasía quedaría grabada para siempre.




P.D. Si la vida te trae nuevas aventuras, no las desaproveches... cada momento está echo para ser disfrutado, es lo que te vas a llevar.









                                                                  Una loca depravada



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